sábado, 29 de enero de 2011

Son las cinco y no llegaste...

Todavía no llegaste y eso que te dije que a las cinco yo empezaba a tejer, mirá que insististe con lo de aprender y ni que te cuento con lo de que haga este blog, ahora que lo hice ni siquiera vos me lees. En fin, qué se yo si a mis años a alguno le interesará leerme, digo años, pero no me gusta que me digan “abuela” quienes no son mi nietos, ni anciana, ni octogenaria, no sé cuando escucho que me nombran así, es como si algo de compasión encierran estas palabras o hasta un dejo de malicia también. Creo que llegar a ser “ancianas” como nos llaman por ahí no es nada para despreciar, es todo lo contrario, no tiene que ver con las arrugas que me muestra el espejo, en ese caso sí soy anciana y a mucha honra, pero lo que debe contar es mi actitud, si conservo el humor, las ganas de vivir y si al fin algo de sabiduría puedo decir que tengo.
Y sí, por ahí me escuchás quejar, sé que quizás pienses “si sos vieja, te quejas”, no es así, no me quejo por vieja, sí por ahí por lo que veo fuera, la indiferencia, la pereza, la injusticia, no lo sé transmitir bien, por eso parezco quejosa, pero de la vejez en sí, la verdad que no me quejo, todo lo contrario, jamás fui más feliz.
Aunque hoy me dejaste hablando sola con el gato...

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